Estimados lectores, os escribo porque no puedo más, estoy muy nerviosa. Mi marido, a la hora que es, sigue jugando a la consola. Parece un niño de 6 años, no sé qué hacer con él. Se lo he dicho en varias ocasiones, pero siempre me contesta de esta manera: solo una misión más. Yo estoy hasta las narices de las misiones y de todos esos “monigotes” que veo todos los días en la tele del salón. Ya no puede nadie ver la tele por culpa de la dichosa máquina. Un día pasé más vergüenza que nunca. Vino mi madre de visita y no se molestó en saludarla, seguía jugando como si nada.
Parece que es un problema muy común, mucha gente está hablando de lo mismo. Solo en este foro he visto unas cuantas. Me imagino que los hombres ya no se reúnen en el bar para jugar a las cartas, como hacía mi abuelo. Estamos dominados por las máquinas de todo tipo y ya no sabemos parar. Yo misma duermo al lado de un teléfono porque tengo programada la alarma. No me gusta, pero el móvil se ha convertido en el objeto más usado de la casa. Los niños de hoy en día nacen con la Tablet debajo del brazo, es una pena. Habla con tu marido de esto, tranquilízate.
¡Hola! Te escribo porque veo que esta es la moda de hoy en día, jugar a los videojuegos. EN mi época la gente salía más y los hombres casados salían a tomar una cerveza con los amigos. Mi padre hacía esto, también jugaba a las cartas con los amigos. Eran otras épocas, las cosas han cambiado mucho con la llegada de la tecnología. Hoy casi todas las cosas son virtuales, no hay nada de carne y hueso. Tu marido necesita disfrutar de su tiempo libre y no sabe hacerlo de otra manera. Habla con él, proponle algo diferente que no sea en pareja, algo para el solo.
A mí me ha pasado antes de casarme, vivía con mi novia, la que es ahora mi mujer y acababa de comprarme un ordenador nuevo. Me regalaron un juego y no paraba de jugar, me encantaba hacerlo. Llegué a ignorar a mi chica y me pasaba días enteros intentando superar una misión. Tuvimos nuestra primera pelea de pareja, casi me deja por culpa de la máquina. Hablamos horas y horas de lo que me estaba pasando hasta que lo entendí. Luego nos casamos, tuvimos hijos y aquí seguimos, más felices que nunca. Habla con él seriamente, probablemente no se da cuenta de la gravedad de la situación.