Bueno, pues ha llegado el momento de que yo también cuente no de mis problemas, a ver si le encontramos alguna solución. Llevo cerca de tres años viviendo con mi pareja. Congeniamos bien y hemos encontrado la manera de entendernos y compenetrarnos en el dia a dia (no sin esfuerzo). Estamos pensando en casarnos y tener hijos, pero mi suegra, la madre de mi novia, no quiere verme ni en pintura: No me ha querido conocer ni en persona, dice que un extranjero, de otra religión, sin estudios universitarios y sin trabajo fijo no es un buen marido para su hija y un buen padre para sus nietos. No es que no me acepte, es que no quiere ni oír hablar de mí: no puede soportar la idea que forme parte de su familia.
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Para empezar tengo que decir que nunca había oído que el novio o el marido tuviera problemas con su suegra, la madre de su hija, más bien con su padre; tengo la sensación que las madres son más comprensivas con los sentimientos de sus hijas, pero es solo una sensación. Y la pelea típica suele ser entre las suegras y las nueras, por eso de que las nueras “no saben cuidar bien de su marido e hijos”. Pero bueno, hay de todo en este mundo.
En cuanto a la situación en sí pues qué quieres que te diga, sobre todo depende de tu pareja: Yo nunca me meto entre mi pareja y su familia, eso es algo que tu pareja tiene que hablar y solucionar con su madre, y tu tienes que tener paciencia y comprensión, sin meterla presión, ella sabrá cuál es la mejor manera. Por cierto, ¿qué dice su padre?
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Mi novia sigue convencida de que su madre, si me conociera, me aceptaría, pero ya ves, no soporta ni la idea de conocerme. Mi suegra por desgracia es viuda: el padre de mi novia falleció hace unos años. Posiblemente esto también complica la situación.
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Yo recuerdo el caso de una buena amiga mía que lleva ya siete años casada con un buen chico cuya madre no podía ni ver. Desde el momento en que ésta, mi amiga, empezó a salir con este chico, que, como he dicho, es ahora su marido, hubo cierto malentendido, o algo le cayó mal a la madre de mi amiga, que no quería ni oír hablar de él, y le dijo a mi amiga que tenía que elegir entre él o ella. Y es difícil decir cuál era el motivo para animosidad que ella empezó a sentir en un momento, pero lo seguro es que el problema no tenía nada que ver con ni con la nacionalidad, la religión, el trabajo o los estudios universitarios, ambos estaban en la misma situación en lo que a esto respecta. Mi amiga decidió que lo mejor era ignorar a su madre y sus palabras, no seguirla el juego y seguir haciendo su vida. Y desde que tomó esa decisión todo ha ido a mejor; puede que a su madre siga sin gustarle el marido de mi amiga, pero no le queda otra que aceptarlo. Así que parece que a veces es mejor evitar abrir problemas como este, que parecen no tener solución, y seguir adelante como si no existiera.
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